El pan de mi tierra tiene sabor a vida y sabor a muerte
Por Rocío Gregory - Mg Educación y Desarrollo Humano
Amagá, puerta del
Suroeste antioqueño, Cofre bendito que guarda las riquezas, con sabor a vida y
sabor a muerte; riquezas que representan
la sobrevivencia de muchos hombres que cada día se adentran a los socavones, a las minas; donde la luz del sol se transforma en
oscuridad y es reemplazada por la luz de la lámpara en el casco del minero
sediento de carbón; luz que no sólo
ilumina la oscuridad sino el anhelo del corazón, porque cada pedazo de carbón
encontrado se convierte en dinero y éste en pan para la mesa del hogar.
En otros casos, en otras casas, en otros hombres,
ese dinero no se transformará en pan
sino
en licor que a supuestamente alegra la vida o ahoga las penas de una inmensa soledad, talvez
se convierta en cigarro, que con su humo al aire anime la mente a no pensar
más,
O se transforme el falso placer que brindan
mujeres , que desea unos pesos ganar.
Carbón de mis minas, de mi tierra amada,
llamada Amagá.
Amagá tierra donde las madres, esposas e hijos, cada mañana, despiden con besos, al ser que a trabajar se va, esperando que al final del turno, de la mina ese ser amado pueda regresar.
Amagá tierra bendita, eres lugar de luz y
oscuridad, de riqueza y pobrezas, de hambre y de saciedad.
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